23 junio 2013

¿Por qué se arrugan las yemas de los dedos al sumergirnos en agua durante mucho tiempo?

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Hasta ahora solíamos pensar que era el simple efecto de un exceso de absorción de agua por parte de la piel. Sin embargo Mark Changizi, un neurobiólogo evolutivo de los laboratorios 2AI de Idaho (Estados Unidos), ha captado la atención de la comunidad científica al postular que en realidad se trata de un ingenioso mecanismo corporal de defensadesarrollado por nuestros ancestros para poderagarrarse mejor a superficies húmedas. En un artículo publicado en la revista Brain, Behavior and Evolution, Changizi explica que las arrugas en la yema de los dedos crean canales que permiten que el agua se drene mientras presionamos nuestros dedos contra una superficie mojada, a la vez que aumenta la superficie de contacto, permitiendo movimientos más ágiles y seguros.

De hecho, revisando estudios que datan de la década de 1930 Changizi comprobó que individuos con daños en los nervios de los dedos no experimentan este fenómeno de los dedos rugosos tras humedecerlos. Esto indica que la respuesta depende del sistema nervioso. Además, se ha comprobado que otros primates, en concreto los monos macacos, también responde así cuando pasa mucho tiempo con las manos mojadas. Ahora Changizi se propone estudiar si a otros mamíferos que viven en ambientes húmedos se les arrugan los dedos. 

03 junio 2013

El origen de un invento: las velas en el pastel de cumpleaños

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La costumbre del pastel de aniversario fue observada durante breve tiempo en la antigua Grecia. Resurgió entre los campesinos alemanes en la Edad Media, a través de un nuevo tipo de celebración, una Kinderfeste, ofrecida específicamente a un niño o niña (Kind).

En cierto modo, esto señaló el comienzo de las fiestas infantiles de cumpleaños, y en muchos aspectos un niño alemán del siglo XIII recibía más atenciones y honores que sus coetáneos de los tiempos modernos. Una Kinderfeste comenzaba al amanecer. El niño agasajado era despertado por la llegada de un pastel coronado con velas encendidas. Estas velas se cambiaban y se mantenían encendidas durante todo el día, hasta que, después del ágape familiar, se despachaba el pastel. El número de velas era igual al de los años que cumplía el niño, más una, que representaba la «luz de la vida».

La creencia en que una vela simboliza la vida se encuentra a través de toda la historia. Macbeth habla de la vida como una «breve candela», y el proverbio advierte contra «quemar la vela por ambos cabos».

El niño o niña recibía también regalos y seleccionaba el menú para el banquete familiar, pidiendo sus platos predilectos. Nuestra costumbre de pensar un deseo y soplar las velas procede también de la Kinderfeste alemana. Las velas de cumpleaños debían apagarse con un solo soplido, y el deseo, en caso de convertirse en realidad, debía mantenerse en secreto.

El folklore del cumpleaños alemán tenía otra costumbre que ya no se observa hoy. El Hombre del Cumpleaños, era un gnomo barbudo que hacía unos obsequios adicionales a los niños que se habían comportado bien. Aunque este personaje nunca alcanzó la categoría de un Santa Claus o Reyes Magos, a principios del siglo XX aún se vendían en Alemania muñecos que lo representaban.


Fuente | culturizando.com